Durante este segundo período de prácticas he experimentado un crecimiento muy importante, tanto a nivel personal como profesional. Estar en el centro educativo me ha permitido vivir desde dentro la dinámica real de un aula: la diversidad que existe en cada grupo, la importancia de la coordinación docente, la necesidad de ser flexible en el día a día, y la realidad de que muchas de las cosas que estudiamos en la universidad adquieren sentido cuando las ves aplicadas en un contexto real, con sus dificultades y también con sus grandes satisfacciones.
He descubierto aspectos de mí misma que considero positivos, como la capacidad de observar, de reflexionar y de adaptarme a distintas situaciones. También he confirmado que disfruto colaborando, que me esfuerzo en mantener una actitud positiva y que me interesa mejorar continuamente. Sin embargo, también he sido consciente de algunas dificultades que sigo trabajando. A veces me cuesta intervenir más de lo que debería por miedo a alterar el ritmo de la clase. Aunque he mejorado bastante respecto al curso pasado, todavía siento que debo seguir ganando confianza en este aspecto.
En cuanto al ambiente entre los docentes, percibí diferencias respecto al curso anterior. En el primer trimestre del año pasado sentí una cohesión de equipo más fuerte, aunque puede que sea solo una percepción personal. También he observado cambios en el alumnado: algunos niños y niñas que antes eran tímidos ahora se muestran mucho más participativos, mientras que otros que destacaban académicamente han bajado su rendimiento. Todo esto me ha hecho reflexionar sobre cómo cada curso es un nuevo universo, lleno de matices y cambios. Este año también he podido observar diferencias metodológicas. Mientras que el curso pasado, en 1º de Primaria, las docentes coordinaban su trabajo para mantener un ritmo común, en 2º de Primaria, donde he estado ahora, tres docentes llevan tres ritmos distintos, y he podido ver cómo esa falta de coordinación afecta a aspectos básicos como la escritura (por ejemplo, el uso de la mayúscula inicial con color rojo para fortalecer que no se olvide). Esta experiencia me ha hecho tomar conciencia de la importancia de estrategias comunes y coherentes para reforzar los aprendizajes fundamentales.
Mis rotaciones entre distintas aulas me han permitido observar diferentes estilos de enseñanza y también momentos muy significativos que me marcaron. Como aquel día en el que una niña llevaba siempre un gorro porque no le gustaba su pelo. Detrás de pequeños gestos, a veces, se esconden grandes necesidades emocionales. Este tipo de situaciones me ha reafirmado en la importancia de la empatía, la observación y el acompañamiento emocional en el aula. Al visitar el edificio de Infantil también pude ver realidades muy impactantes: niños y niñas de cinco años con grandes dificultades emocionales y de comportamiento. Casos como el de un niño que, en sus arranques de ira, lanzaba objetos, pateaba y llegó a romper la ropa de una maestra, me hicieron reflexionar sobre el importante papel del profesorado en la gestión emocional y en la prevención de conflictos. Otro momento que me marcó fue escuchar la preocupación de una madre sobre el futuro de su hija TEA —“¿Qué pasará con ella cuando yo me muera?”— me conmovió mucho. Me hizo ver que la docencia no solo implica enseñar contenidos, sino también acompañar a las familias en sus miedos, preocupaciones y esperanzas.
Otro caso que me dejó una profunda reflexión fue el de un alumno que el curso anterior ya había mostrado su interés por llevar prendas tradicionalmente femeninas. Este año, aunque seguía teniendo ese deseo, el miedo a los comentarios de sus compañeros le impedía hacerlo en su día a día. Encontró en el Carnaval la oportunidad para vestirse como realmente deseaba. Este pequeño gesto evidencia la importancia de construir aulas inclusivas, donde cada alumno y alumna pueda ser quien es, sin miedos ni juicios.
Además, he tenido la oportunidad de asistir a sesiones de Pedagogía Terapéutica (PT) y de Audición y Lenguaje (AL). He podido ver de cerca el trabajo especializado y la atención individualizada que realizan estos profesionales, lo cual ha despertado aún más mi interés en seguir formándome en esta área.
Del centro educativo he aprendido que enseñar va mucho más allá de transmitir contenidos. Implica organización, flexibilidad, empatía, gestión emocional y trabajo en equipo. He visto que cada niño y niña necesita sentirse parte de su aula para poder aprender, y que cada docente tiene un papel crucial en hacer que eso suceda.
Finalizo esta estrada con lágrimas en los ojos. No puedo creer lo rápido que ha pasado toda esta gran experiencia, ni que ya hayan pasado cuatro años desde que comencé este apasionante camino. He aprendido mucho, he compartido este trayecto con personas increíbles, y me siento profundamente agradecida. A nivel personal, estas prácticas me ha reafirmado en mi vocación. Me siento feliz, motivada y retada por esta profesión. He terminado con la sensación de que he crecido, de que aún me queda mucho por aprender, pero de que voy por buen camino. Estoy orgullosa de mí, de todo lo que he conseguido, y de haber cumplido uno de mis mayores sueños. Aún queda un largo camino por recorrer, pero sé, sin duda alguna, que me traerá grandes e inolvidables momentos, como los que he vivido hasta ahora. Gracias de corazón a todas las personas que han formado parte de esta etapa. Me marcho con el corazón muy lleno.
Y para cerrar esta etapa tan bonita y significativa en mi vida, quiero dejar la siguiente frase:
"La educación no cambia el mundo: cambia a las personas que van a cambiar el mundo." — Paulo Freire
Gracias por acompañarme en este viaje. Esto no es un adiós, es solo el comienzo.
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